domingo, 18 de abril de 2010

La aventura de recorrer la Ruta 40 en la Land Rober Defender del equipo Calafate Extremo





La aventura comenzó bien temprano, cerca de las 8 de la mañana. Preparé la máquina de fotos y me abrigue bien, sabía que el día era largo y me llevé la vianda para no tener sorpresas. La familia Wyss, estaba lista, Pablo, al volante, Federico atento a la hoja de ruta, al GPS y al Trippi, y Cacho, ubicado en el asiento trasero, indicando las estrategias a seguir.

La camioneta Land Rober Defender número 30 del equipo Calafate Extremo, estaba en marcha, 8,40 partimos desde Malargue, rumbo San Juan. Una hoja de ruta digital y otra, idéntica, impresa. Un GPS común y corriente y un cronómetro de alta precisión. Poca experiencia, pero mucha concentración. Esos son los elementos principales que se necesitan para participar con éxito en una carrera de regularidad, donde la clave es -en forma resumida- pasar, durante una jornada, por los lugares precisos en los momentos exactos, lo más ajustado posible.

En la sexta etapa del Desafío Ruta 40, acompañé a uno de los equipos que compiten en la categoría "Regularidad", una de las dos (la otra es Cross Country) que forman parte de la carrera que unirá la capital santacruceña con La Quiaca, en Jujuy, recorriendo más de 5.000 kilómetros a través de la mítica carretera argentina.

Los esperaban un total de 597 kilómetros de recorrido, con 367 Km. de enlace y 230 Km. de pruebas especiales cronometradas. Son, lógicamente, estas últimas la que aportan la tensión, la concentración y la adrenalina a la jornada, donde hay que ir todo el tiempo controlando las referencias en el paisaje marcadas por los organizadores (generalmente señales de tránsito), la velocidad de marcha, los kilómetros recorridos y el tiempo, lo más importante de todo.

Este tipo de competencias de regularidad pueden ser todo un desafío. Pero son altamente divertidas y, a la vez, reñidas. Aquí el arte está en hacer las cosas en el tiempo exacto, ni más ni menos. A veces hay que ir largos tramos a velocidades bajas (en el orden de los 60 km/h), pero otras hay que acelerar para elevar el promedio de marcha. En esta etapa, se llegó a tocar los 100 km/h sobre el ripio, un ritmo que -en un vehículo todo terreo, levantando piedras- se pone más que interesante.

"Siempre es mejor, y más fácil, ir holgado y llegar a tiempo para intentar ganarle al reloj acelerando de golpe", explica Federico Wyss desde la butaca delantera derecha, a cargo de la navegación, de ir cantando todos los datos al piloto -con la máxima precisión posible- para que este vaya regulando la presión sobre el freno y el acelerador. "El rol del navegante es vital, pero la armonía y la buena relación dentro de la cabina son realmente la mitad del éxito", aunque se sinceró y agregó que "muchas veces nos matamos, pero es típico de la familia y de los hermanos, pero nos queremos mucho", explicó este calafatense.

Como en todo rally, los equipos tienen tramos de enlace y pruebas especiales cronometradas. En esta jornada 4 del Desafío Ruta 40, fueron 6. Cada una de esas "especiales" tienen puntos de control de paso secretos, ocultos. Al faltar una parte de la información (saber dónde están las zonas de medición y los segundos exactos para pasar por algunas referencias) es fundamental mantenerse dentro de la velocidad media puesta por la organización de la prueba. Cada vez que se pasa por un control, el sistema determina si se lo hizo en forma exacta, segundos antes o segundos después. Al final del día, el que haya pasado con mayor precisión será el mejor.

Una vez finalizada la etapa, Pablo le cede el volantes su hermano Federico, está permitido el cambio de piloto, Federico se relaja y Pablo, conforme con el rendimiento de la camioneta, se puso a cebar mates, alimento santacruceño por naturaleza, luego, pusieron música y encararon el último tramo para llegar a San Juan, ahí los esperaba el Bivouac y por supuesto el día tan esperado, el día de descanso.

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